Nada más aterrizar de vuelta del Nepal, con todos los contratiempos surgidos a raíz de la evacuación del Everest por la expansión del COVID, mi cabeza necesitaba un cambio radical. Un cambio que transformara un proyecto personal en un proyecto conjunto. Un proyecto que mis compañeros de la fundación EKI iban a llevar a cabo y al que me quise unir al instante. Nada más y nada menos que trasladarnos a Sierra Leona para colaborar en la instalación de estaciones fotovoltaicas y llevar así, luz, a zonas remotas.

 

Pero el viaje se convirtió, como suele suceder casi siempre, en un cúmulo de vivencias, sensaciones, emociones y experiencias que quedan marcadas de por vida en tu retina. Una África desconocida donde los paisajes son de un verde intenso y los atardeceres se vuelven dorados después de un chaparrón antológico. Los insoportables mosquitos a los que no me acostumbro, niños y niñas con sonrisas perpetuas, gentes de carácter amable y hospitalarias que ofrecen lo que tienen por nada. Ha sido una verdadera aventura.

 

Conocimos al padre Víctor que lleva 48 años viviendo en Sierra Leona y que ha vivido la guerra civil en primera persona viendo atrocidades que a cualquiera le harían volver de inmediato a su país, y que lejos de dar ese paso, ha pasado media vida dando de comer a niños hambrientos arriesgando su vida en más de una ocasión enviando a niños soldados a sus pueblos de origen.

 

He tenido la suerte de viajar bastante en mi vida y he coincidido con personas increíbles, pero los días vividos en Sierra Leona junto a la Fundación EKI me han dejado sin palabras. Si hay algo que me impresionó de este viaje fueron las slums de Freetown, vimos a niñas de tan sólo 9 años ejerciendo la prostitución, peleas que acaban en tragedia y en medio de ese panorama, un padre salesiano argentino que atiende a cerca de 2.000 niños y niñas al año.

 Sin duda un país que no me ha dejado indiferente y llenos de contrastes. Paisajes preciosos y gentes de sonrisa infinita frente a una realidad social muy dura donde la violencia está muy presente. La cruda realidad.

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