Primera semana de expedición, equipado hasta 5.700m

Era DOMINGO DÍA 23 cuando los seis miembros de la expedición abandonaron la ruidosa Nueva Delhi para embarcarse en un largo e incómodo viaje por carretera: 16 horas casi ininterrumpidas de duro minibus para completar los 400 kilómetros que les separaban de Uttarkashi, puerta del Parque Nacional e ineludible check point policial donde depositaron una fianza que los compromete a bajar de vuelta toda la basura que generen durante la expedición. Situada a las orillas del río Bhagirathi, Uttarkashi es una ciudad plagada de templos, antesala de la sagrada Gangotri (3.500m) donde llegarían el mediodía del martes 25. Gangotri es el destino de peregrinación por excelencia del norte de la India, y se nota. Aunque no es temporada alta, puede percibirse que se trata de un lugar muy transitado donde, por cierto, está prohibido comer carne y beber alcohol. Aprovecharon la tarde para reorganizar el peso y reempaquetar todo en 20 cargas de 25kg, 500kg en total.

EL MIÉRCOLES DÍA 26 iniciaron la marcha a pie y alcanzaron los 4.200m de altura en unas cinco horas. Cuatro horas más al día siguiente y ya estaban en el CB (4.700m). Según cuenta el propio Alex Txikon, “sorprende comprobar que en el paisaje se fusionan estampas típicamente nepalís con algunas pinceladas del Karakorum”.

LA DEL 28 fue ya una jornada de trabajo propiamente dicha. El haber ascendido más de 1.000m en menos de 24h pasó factura a Ekaitz Maiz y Daniele Nardi quienes optaron por quedarse en el CB a retomar fuerzas. Mientras tanto, los otros cuatro escaladores portearon 130kg hasta el C1 a 5.100 metros.

Tras dos días y dos noches consecutivas sin poder dormir, EL SÁBADO 29 Ekaitz Maiz y Daniele Nardi tomaron la determinación de bajar hasta Gangotri para ver si mejoraba su situación. Por otro lado, Felix Criado y Txus Lizarraga también se tomaron el día libre para descansar en el CB y recuperarse de los batacazos provocados por la altura. Alex Txikon y Adrian Legarra, por su parte, siguieron con las labores de porteo subiendo, con la ayuda de dos porteadores locales, 100kg más hasta el C1 (5.100m), donde hicieron noche.

DOMINGO 30 DE AGOSTO: Alex Txikon y Adrian Legarra continuaron avanzado y llegaron al inicio del plató (5.300m) que deberán cruzar en su camino hacia la base de la gran pared vertical. Hicieron un par de porteos hasta este punto (5.300m) y regresaron a dormir al C1 (5.100m) donde ya les esperaban Felix Criado y Txus Lizarraga.

LUNES 31 DE AGOSTO: Txikon, Legarra, Lizarraga y Criado han cruzado y marcado con bambús el glaciar hasta la base de la pared (unos 5.500m), y han seguido equipando el couloir por el que avanzan hasta los 5.700m donde han depositado 300m de cuerda y material diverso. Mañana esperan poder llevar otros 300 metros de cuerda y más material hasta este mismo punto y volver de nuevo al C1 (5.100m) para pernoctar. Por otro lado, Maiz y Nardi abandonarán mañana Gangotri y esperan poder incorporarse al grupo el próximo día 3.

Por el momento, por lo tanto, siguen avanzando couloir arriba, pues es a unos 6.000m donde se presenta la pared verdaderamente vertical.


Nos espera la gran pared del Thalay Sagar (6.904m)

En el sagrado Gangotri, en los confines del Himalaya del Garwhal indio, donde nace el río Ganges, se levanta el casi inaccesible Thalay Sagar. Con 6.904m de altitud es un objetivo de primera categoría para los alpinistas y un lugar venerado por los peregrinos que allí acuden.

Hollar la cima de esta ‘big wall’ o gran pared es el nuevo objetivo de Alex Txikon y sus compañeros Ekaitz Maiz, Felix Criado, Txus Lizarraga, Adrian Legarra y Daniele Nardi.

Garhwal Occidental del Himalaya es el nombre que recibe el conjunto de montañas ubicadas en estado indio norteño de Uttarakhand. El Thalay Sagar pertenece, más concretamente, al grupo de los Gangotri, picos colindantes al glaciar homónimo, fuente del Ganges. Su cresta principal se encuentra, precisamente, al sur de dicho glaciar, y a 10 kilómetros del lugar sagrado hindú de Gaumukh, fuente del río Bhagirathi. Se trata de la segunda montaña más alta de los Gangotri después del Kedarnath (6.940m), pero destaca sobre las demás por tratarse de una atractiva pirámide de roca y hielo, muy abrupta por todas sus vertientes, y por tanto, especialmente tentadora para los escaladores de grandes paredes.

A la Cara Norte

El objetivo de la expedición consiste en escalar la Cara Norte del Thalay Sagar en estilo cápsula, lo cual implica cargar con todo el material necesario para escalar y para sobrevivir en la pared durante los 10-12 días que consideran van a necesitar para llegar a la cima: cuerdas, anclajes, hamacas, víveres, agua, ropa… que tendrán que arrastrar pared arriba. La fase inicial de la expedición consistirá en portear el material y la comida a la base de la pared. Después acometerán la fase de escalada propiamente dicha, unos 10-12 días.

La pared norte del Thalay Sagar presenta 1.400 metros de longitud y dificultades en roca, hielo, así como múltiples largos en terreno mixto. La parte alta presenta, además, tramos de roca más descompuesta. Los seis escaladores no parten con una ruta concreta en mente; por lo contrario, elegirán sobre terreno la zona más accesible a la base de la pared para el porteo y también la ruta que consideren más adecuada.

En cualquier caso, la meteorología jugará un papel determinante, ya que el tiempo es bastante inestable en la zona: acaba de finalizar el monzón (época de lluvias que se traducen en tormentas en altura) y a finales de Septiembre comienzan a caer la primeras nevadas. Los escaladores llegarán el 22 de Agosto a New Delhi y esperan poder regresar a mediados de Septiembre.


Travesía andina de tres días

Ya teníamos ganas de cambiar de escenario. Por fin en “el cerro”.

Dado que no contamos con demasiados días, nos decantamos por un plan que a priori parece sencillo y factible: hemos pensado en la doble ascensión al San Francisco (6.016m) y al Incahuasi (6.638m). El primero es un pico fácil y muy frecuentado tanto por los aficionados de la zona como por los turistas; su cercanía a la carretera que une las aduanas de Argentina y Chile la hace especialmente accesible. El volcán Incahuasi (en quechua: ‘casa del Inca’) es igualmente sencillo, pero su situación, algo más alejado de la carretera, lo vuelve más solitario. Aunque, en realidad, todo es tremendamente solitario aquí.

Pasamos la noche en uno de los varios refugios construidos al borde de la carretera, a unos 4.000 metros de altura. La pernocta nos sirve de aclimatación, y poco a poco nos vamos habituando al frío, el viento (no para) y el ambiente característicamente seco. Bien temprano por la mañana, apagamos el fuego, arrancamos el coche y nos dirigimos hacia la frontera; queremos cruzar a la parte chilena para acceder a la base del San Francisco.

Pero… malas noticias: la gendarmería nos informa que la frontera está cerrada y que desconocen cuándo les permitirán abrirla. Al parecer, la muerte de un montañero indio en Abril y en esta misma zona ha alterado los ánimos a ambos lados y todavía no han establecido nuevas normas de actuación. En definitiva, todavía no saben cómo gestionar el goteo de montañeros, y por el momento se limitan a no dejar pasar.

De modo que nos vemos obligados a diseñar un plan B, y nos decantamos por una travesía de tres días, a una altura media de 4.500–5.000 metros. Y no nos arrepentimos. Qué gozada, qué paisajes tan alucinantes; es al mismo tiempo excitante e inquietante sentirse tan pequeño en la inmensidad. Durante tres días y tres noches, sólo las vicuñas (especie endémica parecida al guanaco, muy apreciada por su lana) han sido testigos de nuestros pasos. Hemos caminado sobre arena, sobre pedreras, hemos cruzado riachuelos, hemos pisado nieve, hemos atravesado un enorme salar de unos 20 kilómetros, hemos pasado frío, el calor más asfixiante… una experiencia bien bonita y de sobra recomendable para los que tengáis en mente acercaros por aquí.


Por los dominios del Rally Dakar

Partiendo de Fiambalá, cruzando Saujil y Medanitos, nos dirigimos un día más al inmenso desierto de arena fina que precede al igualmente inhóspito cerro. Esta vez marchamos sobre ruedas, de modo que buscamos dunas más lejanas y altas que nos lo pongan difícil.

La sensación de conducir una moto en un paraje como éste es ciertamente brutal, pero la pena es que el tiempo no acompaña en absoluto y está incomodando mucho la jornada. El viento es fuerte y no da tregua, pequeños tornados levantan enormes nubes de arena que penetra por el más mínimo resquicio haciendo que todo pique.

La tormenta que nos está poniendo a prueba es resultado de lo que los locales llaman Viento Zonda. Ocurre cuando las masas de aire frío provenientes de La Antártida chocan contra las masas de aire cálido de la zona. El viento azota con fuerza y el ambiente se vuelve totalmente plomizo, pesado; baja la tensión e incluso puede provocar dolor agudo de cabeza.

La pista que une los últimos poblados situados en la mitad de este medio tan hostil está totalmente cubierta, aunque en realidad poco nos importa, porque la abandonaremos enseguida para adentrarnos en los dominios del Rally Dakar. Estos días atrás hemos sido testigos del gran número de gente que atrae el ‘turismo de las dunas’. Algunos se acercan con su propio vehículo 4×4, otros muchos optan por alquilar motos, y también hay quien prefiere subirse a una tabla de madera con fijaciones para ‘surfear’ sobre la arena. Provienen en su mayoría de otras comarcas de Argentina, aunque también nos hemos topado con muchos europeos. Según nos cuentan los locales, es más que habitual que entre los aventureros se cuele algún inexperto que acaba trabado o perdido en mitad del desierto, a la espera de un rescate (o un milagro).

Nosotros contamos con un buen guía, Emanuel. Conoce esto como la palma de su mano y está decidido a que disfrutemos como críos. Conseguido.

Una curiosidad unida a estas dunas: algunos cosecheros afirman que los viñedos han contribuido a su crecimiento, y es que la viticultura se instaló hace ya años en estas tierras de altura. Aunque muy rudimentario, el sistema de regadío ha desviado y concentrado las aguas en estas plantaciones, y con ello los sedimentos que arrastra la corriente. El viento levanta estos sedimentos y los traslada, al parecer, a las dunas.