Miércoles 9 de Diciembre. Tras hacer noche en el refugio de Las Grutas (4.040m) junto a la aduana argentina, consideramos que debemos comenzar a concentrarnos en el que será nuestro primer seismil en este viaje a Los Andes argentinos.

Pero una nueva invitación por parte de nuestro amigo y principal contacto aquí –Mauricio– nos lleva a movernos unos 40 kilómetros hasta la zona de Chucula (4.400m), a la misma entrada al volcán homónimo de más de 5.000 metros. Mauricio y su equipo están inmersos en la esquila de las vicuñas, camélidos salvajes por cuya lana marcas como Louis Vuitton o Ermenegildo Zegna pagan 400 dólares el kilo. Quieren que seamos testigos de cómo llevan a cabo su labor, de lo hermosos que son estos animales, de la cantidad de fibra de vicuña que pueden obtener de una sola sesión de esquila y de cómo lo hacen todo de manera legal y bajo la supervisión de dos veterinarias.

Hacia las 12:00 del mediodía y habiendo conocido de cerca muchos de los detalles de este negocio, volvemos nuestra mirada a nuestro objetivo: el San Francisco (6.016m).

De modo que volvemos al refugio de Las Grutas (4.040m), preparamos nuestras mochilas con todo lo necesario para un par de días y ascendemos por carretera hasta El Paso San Francisco (4.750m), verdadera frontera entre Argentina y Chile. Allí dejamos el coche y caminamos durante aproximadamente una hora y media hasta los 5.200 metros de altura donde instalamos nuestras tiendas con intención de permanecer en este campo base improvisado durante dos noches antes de ascender a cumbre. El viento es fortísimo y a pesar de que encontramos varias barreras de piedras que nos protegerán, la tarea de montar las tiendas se vuelve francamente complicada y heladora.

Pernoctamos, padeciendo algún que otro episodio de dolor de cabeza intenso, pasamos el día 10 completo también a 5.200m, hacemos una segunda noche, y el miércoles 11 de Diciembre de madrugada, hacia las 06:00, arrancamos sin necesidad de encender nuestras frontales. Las primeras dos horas y media de ascensión transcurren a lo largo de una interminable diagonal que concluye en lo alto de una canal, a unos 5.800m de altura. Desde allí, bordeamos el enorme cráter del San Francisco y una hora y media después ya estamos en lo más alto. El viento es desagradable y frío, pero unas impresionantes formaciones nubosas nos retienen y entretienen sacando alguna que otra foto. El descenso es sencillo, el piso arenoso amortigua cada paso y nos permite casi dejarnos caer.

Desmontamos el campamento y descendemos hasta el coche (4.750m) para dirigirnos al refugio de Las Grutas (4.040m) donde descansaremos durante un par de días, antes de apuntar al Incahuasi (6.638m), nuestro próximo objetivo.