“We’ve got clocks, they’ve got the time”, se sonríe Denis, y no le falta razón; en Asia las cosas funcionan así habitualmente. Para las 7:30 diana, todo un lujo, teniendo en cuenta que hemos dormido una media de 4 horas durante los dos días de tránsito (900 kms desde Kathmandu en 2 días). Pero ya estamos en Taplejung. Al ganar un poco de altura, hemos cambiado el calor bochornoso por la corriente fresquita. Llevamos 4 días en Nepal, lo cual es sinónimo de 6 platos de dalbat (arroz con lentejas, uno para comer, otro para cenar). No hemos visto ningún otro extranjero por estos valles, nada que ver con lo vivido hace un año por estas mismas fechas en el Khumbu.

Un rápido chapati+tortilla para desayunar y nos hemos puesto las pilas para reorganizar todo el peso: los petates y bidones que los portes subirán directamente al campo base por un lado, y el peso que vendrá con nosotros durante todo el trekking por otro. Lo hemos recogido y organizado todo en pocos minutos, a sabiendas de que los jeeps estaban al caer… pero ni rastro de ellos por el momento, y son ya las 12.00. Aburridos de estar sentados en la terraza del lodge (y eso que nos han puesto música para amenizar la espera!), hemos salido a visitar el pueblo, estos paseos siempre resultan agradables y enriquecedores.

Llevan una vida tranquila aquí. Trabajan duro, pero con calma (“bistarai-bistarai”); siempre tienen tiempo para los de casa. Miradas algo cautas al principio, pero enseguida llega el amigable “Namaste”. Andan algo alborotados hoy, se debe a un panda negro que han visto en lo alto de un árbol; algo parecido a un oso-mono-gato. Hemos comprando unos paraguas siempre recomendables por si llueve, pasta de dientes, jugar con los críos… y… el pueblo no ha dado para mucho más; vuelta a la terraza del lodge de Taplejung, a vacilar con los rusos. La idea es (o era) llegar hoy a Sinwa, dejar los 4×4 y marchar a pie durante al menos un par de horas que le comeríamos a la primera etapa de la marcha de aproximación al campo base, que no llevará cerca de 10 días… ¡Pero quién sabe! Los relojes los llevamos nosotros, pero el tiempo lo controlan ellos.