No ha sido, ni mucho menos, la expedición que teníamos en mente. Si cuando comenzó nuestro aventura, en aquel lejano 13 de diciembre, nos hubiesen preguntado qué esperábamos de Manaslu 2022, ninguno hubiésemos podido prever lo que hemos vivido: dos meses de intensísimas nevadas en las que se han acumulado más de 4 metros de nieve y ninguna ventana de buen tiempo. Sencillamente, ha sido imposible siquiera intentarlo. La montaña no nos ha dado ni media oportunidad.

Cuando preparas una expedición de estas características tratas de ponerte en todas las situaciones posibles. Cómo no, la que prima por encima de todas es la de verte cumpliendo el objetivo, pero no es, ni mucho menos, la única ni la más importante. Lo que esperamos todos es volver a casa sanos y salvos y eso, afortunadamente, lo hemos logrado. En ningún momento hemos puesto nuestra vida en peligro.

Ahora bien, no entraba en ninguna de nuestras quinielas el hecho de que el Manaslu no nos abriera sus puertas en ningún momento. ¡No hemos tenido ni una semana seguida de tiempo estable! Es verdad que nuestras expediciones se realizan en invierno y que las probabilidades de nevadas y fuertes vientos son superiores comparándolas con las que se pueda haber en primavera o verano. Pero lo de este año ha sido una pasada. Cuando dentro de unos años eche la vista atrás y recuerde la presente expedición, la primera imagen que me vendrá a la cabeza será la de todo el equipo paleando nieve sin parar tratando de proteger el campamento base. Hemos tenido días en los que hemos estado más de 16 horas sacando nieve sin parar. Un trabajo de locos que no ha tenido recompensa.

He tratado de ver las cosas desde el lado positivo en todo momento. Quería creer que si habíamos tenido un mes de enero con mucha precipitación, febrero sería distinto. Pero no ha sido así. Apenas hemos podido subir un poco más arriba del C1, a 6.500 metros. No quiero decir con esto que si hubiésemos tenido dos semanas de buen tiempo lo hubiéramos conseguido. Eso nunca se sabe. ¡Pero es que no hemos tenido ni la oportunidad de jugar el partido!

No lo voy a negar. Volvemos frustrados. Mover todo lo que hemos movido para venir hasta aquí y encontrarnos con esto no ha sido plato de buen gusto. Tampoco podemos hacer mucho más. Son elementos que no controlamos. De lo que sí estoy orgulloso es de haber tomado las decisiones correctas en determinados momentos. Lo que ha estado en nuestras manos lo hemos gestionado bien. Por ejemplo, lo ocurrido a finales de enero. Viendo la cantidad de nieve que estaba cayendo y tras analizar el riesgo de avalanchas, decidimos que lo mejor para la seguridad del grupo era bajar a Samagaun, el último pueblo antes de llegar al campamento base. Fuimos a buscar resguardo. Un día más tarde una avalancha se llevó parte del campamento. No estábamos equivocados. La montaña estaba muy peligrosa.

Han sido dos meses largos, en los que hemos tratado de hacer todo lo posible. Por último, quisiera dar las gracias a todas las personas que me han dado ánimos durante estas semanas. Vuestro calor ha llegado hasta Nepal. Por supuesto, no me quiero olvidar de mis colaboradores y patrocinadores. Sin vosotros y vosotras esto hubiera sido imposible. Por último, dar las gracias también a Iñaki Álvarez e Iker Mediavilla, que han trabajado muchísimo y que me han ayudado un montón. Y, cómo no, a Eneko Garamendi y Sendoa Elejalde, que han portado mucho a la expedición. Otra vez será. Las montañas seguirán ahí esperándonos.