Nos encontramos trabajando muy duro en campamento base. Hace frío, muchísimo frío, y los primeros días en altura son siempre complicados. Pero el Manaslu nos mira desde arriba y eso nos reconforta. Es como si cada mañana nos diera los buenos días y cada noche nos ayudara a descansar. Es lo primero y último que vemos cada día. Le miramos a la cara y sentimos que la montaña hace lo mismo. Nos saludamos. Nos respetamos. Tenemos un grandísimo reto por delante. Tenemos muchas ganas

Han sido unos primeros días intensos y de mucho ajetreo. Todo comenzó con un viaje de mil horas, continuó con mucho papeleo y, finalmente, llegamos a Katmandú. Pasamos 4 noches allí, en las que aprovechamos para hacer el trabajo de logística (dejamos organizadas más de 130 cargas), legal (conseguimos el permiso necesario de ascensión) y hacer una de las cosas más bonitas y gratificantes que hay: ayudar a las personas locales. Lo hicimos gracias a varias asociaciones y ONG-s que realizan una labor encomiable y que conocemos bien de años atrás. Me encanta aportar mi granito de arena, aunque sé que no se puede comparar con lo que ellos y ellas hacen. Realizan una labor impresionante. Escribo estas líneas y no puedo evitar emocionarme.

Llevamos material informático a la Fundación ‘SOS Himalaya: Fundación Iñaki Ochoa de Olza’, que trabaja con el objetivo de finalizar los proyectos de cooperación inacabados en vida del alpinista navarro. Les entregamos varios portátiles nuevos que seguro les serán de gran utilidad. Por otro lado, como en anteriores ocasiones, echamos una mano a la Fundación Udana Nepal, que nace con la finalidad de prevenir situaciones de injusticia y desigualdad que sufren sobre todo las niñas, las mujeres y los colectivos más vulnerables de zonas empobrecidas como Nepal.

Pasamos un día muy bonito y tremendamente emocionante con ellas y ellos. Las personas de Udana Nepal ayudan muchísimo a un sector que está prácticamente invisibilizado en la sociedad nepalí. Nosotros, por nuestra parte, aprovechamos para escalar un rato con ellas en un rocódromo. Creo que se lo pasaron muy bien e hicieron algo diferente. Sus sonrisas nos alegraron el día.

Por último, conocimos de primera mano la labor que desempeña la Fundación Hugging Nepal. Tuvimos la suerte de ver el trabajo que hacen y, la verdad, nos chocó muchísimo. Dan de comer a personas sin recursos, que gracias a la fundación son capaces al menos de comer una comida al día de calidad. Durante la pandemia han llegado a tener unas colas larguísimas de personas que no tenían qué llevarse a la boca. A esta cola se le denomina ‘la cola de la vergüenza’. En un país como Nepal las distintas clases sociales no se juntan y, si te ven en esa cola, es porque no te va nada bien. Ver todo esto ha sido muy duro pero es la realidad.

Y tras 4 días de papeleo, organización de cargas y conocer el trabajo de estas asociaciones, pusimos rumbo a Samagaun, el último pueblo antes de llegar al campamento base del Manaslu y que se encuentra a más de 3.000 metros de altitud. Este año hemos decidido subir en helicóptero y lo hemos hecho por varias razones de peso. La primera porque las medidas de seguridad y salud así lo aconsejaban. Cuanta menos interacción tengamos con la gente de aquí mejor para ellos y para nosotros. No podemos arriesgarnos a contagiarles. Aunque nos realizamos varias pruebas PCR a lo largo de nuestra estancia en Katmandú, lo aconsejable era tener la mínima interacción posible con los pueblos que nos pudiéramos encontrar por el camino.

Por otro lado, aprovechamos el viaje del helicóptero para bajar a varias personas mayores y niños y niñas de Samagaun a Katmandú (en total fueron más de 30). El invierno en Samagaun es durísimo y poder bajar a estas personas a la capital ha sido muy importante. Allí se encuentran más resguardadas. Si no hubiera sido por estos viajes en helicóptero, hubiesen tardado mucho tiempo en bajar y muchas de ellas se habrían visto obligadas a pasar el invierno en unas condiciones muy duras en este pueblo remoto.

Nuestra estancia en Samagaun sirvió también para ir aclimatándonos poco a poco. Hicimos pequeñas incursiones en el monte y vivaqueamos una noche a 4.300 metros de altitud. Nos hizo una noche preciosa. Eneko y yo estuvimos muy a gusto.

En estos momentos nos encontramos trabajando en el campamento base, dejando todo preparado. Nuestra experiencia nos ha enseñado que montar un buen campamento es una de las claves de éxito. Como decía al principio, hace muchísimo frío. El año pasado llegamos a este mismo punto a mediados de enero y no recordamos que hiciera estas temperaturas. Pero a esto hemos venido. Seguiremos currando a tope. El Manaslu nos espera.