Días impracticables como el de hoy invitan a sentarse junto al fuego de la cocina y conversar durante horas; en estas circunstancias, no cabe mejor opción que invertir el tiempo conociendo mejor y sabiendo algo más sobre el que te acompaña…

Ikramatjan Naqepa (Fairymedow, 1979), ‘Chachu’ para l@s amig@s, es uno de los agentes de policía que permanecerá y convivirá con nosotros en el Campo Base hasta el término de la expedición. Posa altivo con su Kalashnikov AK47, sin duda, para él y sus compañeros hacerlo delante de una cámara extranjera constituye un verdadero orgullo.

Desde que en Junio de 2013 un tiroteo acabara con la vida de 11 personas aquí, el Gobierno Paquistaní a través de su Ministerio de Turismo obliga a toda expedición o grupo de trekking que se acerca a este valle a hacerlo con escolta, al menos un agente por cada dos extranjeros. Es, en principio, un servicio que presentan como gratuito, aunque en realidad (al menos para las expediciones invernales como la nuestra) son las agencias y, en última instancia, nosotros los clientes los que tienen que proveer comida, ropa y material (tiendas, sacos) a los agentes que nos acompañan, lo cual supone un gasto importante.

Según el periodista pakistaní Hamid Mir, durante los últimos tres-cuatro años el Gobierno Pakistaní ha destinado el 95% de su presupuesto a sus fuerzas armadas (Ejército + Policía) y a la reconstrucción de Waziristán y la gestión de los refugiados tras la guerra contra los talibanes. En la actualidad, el batallón destinado al glaciar del Baltoro, por ejemplo, lo engrosan 700 soldados, y en la provincia norteña de Gilgit-Baltistan existen más de 6.500 agentes de policía registrados. Son datos desproporcionados e inverosímiles para un país donde gran parte de la población, sobre todo la residente en áreas rurales, vive aún en condiciones infrahumanas, sin electricidad ni agua corriente, donde ni siquiera la educación primaria llega a tod@s las niñ@s, donde los matrimonios son concertados y las mujeres comienzan a concevir hijos a los catorce años sin más aspiraciones ni posibilidades para el resto de sus vidas que cocinar, lavar y cuidar.

En cualquier caso, el primer ministro Nawaz Sharif continúa destinando cantidades impensables a la guerra de disuasión contra India y ahora también a la seguridad de los miles de empleados chinos que trabajan tanto en las obras del Karakorum High Way como en la construcción de la que será la mayor presa de Pakistán, la que ya están levantando sobre el río Indo a su paso por Chilas.

De cierta manera, también es consecuencia del ataque de 2013 que el presupuesto para seguridad haya aumentado en la provincia de Gilgit-Baltistán, donde, sin embargo, los habitantes perciben que la rivalidad religiosa entre chiitas y sunitas, aunque existente, se ha calmado considerablemente y la situación se ha normalizado. En 2014 y 2015, los agentes de policía del distrito de Daimer, al que pertenece este valle, han recibido por primera vez entrenamiento específico por parte del ejército, prácticas que los certifican como aptos para labores de seguridad y rescate en alta montaña.

Ikramatjan Naqepa ‘Chachu’ es uno de los cerca de 100 hombres (no hubo mujeres) que el pasado verano recibió dicha formación en la Army High Altitude School de Rattu, en la zona de Astore. Pero no es uno cualquiera, matiza orgulloso. Él fue el primero de su promoción, el que mejor calificación obtuvo en las pruebas a las que fueron sometidos al final del curso y por las que fue galardonado con una medalla y 5.000 rupias (unos 50 euros) a parte del correspondiente certificado que entregan a todos.

A diferencia de otros agentes que nos han acompañado, ‘Chachu’, que estuvo con nosotros también el año pasado y que sufrió leves congelaciones en sus pies por los que estuvo ingresado en el hospital durante seis días, es un hombre afable e increíblemente voluntarioso. Nos muestra sus fotos y nos asegura excitado que con ellos aquí estamos “en buenas manos”, porque se trata de un curso muy completo de 80 días a lo largo de los cuáles combinan horas de teoría con prácticas de tiro, prácticas también en río, escalada en hielo, rápeles, orientación, running… “Los más altos mandos del ejército pakistaní se encargaron de instruirnos, e incluso tres capitanes venidos de Azerbaiyán compartieron prácticas con nosotros”, lo cuál significa un gran honor de acuerdo a los esquemas mentales y al orden de valores de un paquistaní que lleva diez años dedicado a esto.

Sin embargo, ‘Chachu’ tiene en mente otras ideas para el futuro: “En el cuartel de Goharabad gano 32.000 rupias al mes (unos 320 euros), no está mal si lo comparamos con otros salarios, pero prácticamente vivo en el cuartel, lejos de mi pueblo y mi familia”. En efecto, cuenta con tres-cuatro días de permiso al mes (siempre y cuando los pida), aunque también confiesa que de vez en cuando se escapa, “de noche y en ausencia de los superiores”. Salvo los turnos en los checkpost rutinarios, su trabajo allí consiste, básicamente, en “estar preparado para la acción”. Suena bastante aburrido; mucho tiempo libre, pero pocas opciones.

Así que ‘Chachu’ ya tiene entre manos una alternativa: está construyendo un pequeño hotel en su pueblo, en Fairymedow, en la vertiente Rupal del Nanga Parbat, a tan sólo tres horas del Campo Base. “Los cimientos ya están, a ver si ingreso más dinero y puedo empezar con los tabiques. En cuanto el hotel esté en marcha y vea que empieza a generar lo suficiente, dejaré el servicio y me dedicaré a viajar junto a mi mujer y mis cuatro hijos”. No es que le haya tocado la lotería, pero casi. El Gobierno Pakistaní ha valorado en 25.000 dólares (de momento sólo ha cobrado 6.000) las tierras que tenía y que ha vendido en Chilas, hectáreas que quedarán bajo el agua una vez la presa financiada por China a cambio de electricidad y libre explotación de piedras preciosas esté terminada.

‘Chachu’ no es el único. Los números y cuentas de muchas familias aquí están cambiando de la noche a la mañana, y en cierto modo, indirectamente, lo hemos notado. Nuestro guía local Attaullah nos comentaba al inicio de la expedición que este invierno ha sido más complicado que nunca dar con hombres dispuestos a portear: “Ahora la gente aquí se está haciendo rica con la venta de las tierras, y no les es necesario pasar frío para ingresar algo más de dinero”. Menos porteadores, servicio más caro; casi mil rupias más por cada (10 euros más) que el año pasado. Habrá que ver cómo o en qué se transforma todo ese dinero que el Gobierno Pakistaní (en realidad, China) está inyectando en esta región.