Hoy 15 de agosto, nos ha tocado a Ekaitz y a mí hacer el trabajo, mientras Pelut se quedaba descansando en el campo 2 tras la paliza que se dio ayer. Hemos salido a primera hora y hemos subido jumareando por las cuerdas fijas que ayer instalamos con el objetivo de abrir los tres largos que nos quedaban para el campo 3. Pero a diferencia de ayer, el tiempo hoy ha estado regular tirando a malo. Me temo que la bonanza meteorológica que hemos disfrutado hasta ahora, con buen tiempo desde que llegamos a los pies de la montaña hace casi dos semanas, ha terminado. Ojalá me equivoque.

Además, van pasando los días y el cuerpo se empieza a resentir. Hasta que no coge calor remontamos los primeros metros súper incómodos. Nos duelen las manos. A mí especialmente también los pies. Y hasta que no calentamos un poco se hace duro, muy duro.

Como aquí desaprovechar el trabajo es un lujo, ya que subimos a equipar, vamos izando con nosotros un petate. Es increíble. Hemos empezado a eso de las nueve de la mañana y el primer largo hemos empezado a escalarlo a la una del mediodía. Para esa hora, el día se había torcido definitivamente. Un tiempo horroroso, con bastante frío y la pared totalmente empapada debido a la nevada que lleva cayendo ya desde hace un rato. Nuestro objetivo es llegar a C3 y a sea hora tengo serías dudas de que lo consigamos. Y por si no fuera poco el mal tiempo, para colmo descubrimos una cuerda fija rota, casi seguro que por alguna piedra que le ha caído. Cambiarla nos retrasa un poco más. Pero el objetivo era llegar hasta el punto donde vamos a instalar el campo 3, a 5.200 metros, así que hemos apretado los dientes y hemos tirado para arriba. Lo hemos logrado al final, pero qué duro ha sido, qué frío hemos pasado. Y que difícil y comprometido ha sido. Pero Ekaitz y yo lo hemos dado todo y hemos cumplido con el plan.

Hemos llegado de vuelta al campo 2 a las 7 de la tarde, ya anocheciendo. Pelut ha salido a la repisa a recibirnos y cuando estábamos comentándole cómo ha ido el día de repente nos ha sorprendido el ruido de una avalancha. Nuestra reacción ha sido instintiva. Hemos salido corriendo cada uno para un lado buscando un sitio donde resguardanos. Luego resulta que el alud ha caído bastante lejos de nosotros y nos hemos echado unas risas recordando las caras que hemos puesto y como hemos salido por patas cada uno.

Os escribo ya dentro de saco, disfrutando del lujo de este campo 2 que supone no tener que estar colgados ya que lo hemos montado en una repisa. Es una pena que no vea las estrellas (espero que salgan más tarde) porque hoy voy a dormir en el hotel ‘de las mil estrellas’: a aire libre. Voy a vivaquear en la repisa porque una de las hamacas está ya arriba y le he dejado a Ekaitz y Pelut que duerman en la otra. ¡Así que gabon a todos!