CRÓNICA | ¡Hasta pronto, Everest!

Esto no es un adiós, es un hasta luego. El Everest no ha querido que este año conquistemos su corazón, pero lo que tengo claro es que a mí sí que me ha robado el corazón. Sueño, cada día, desde el 25 de diciembre que salimos de casa, con llegar a esos 8848 metros que nos separan del cielo, pero la avaricia no sirve de nada en la montaña. Nunca hay que ir en contra de la naturaleza; eso es algo que he aprendido durante toda mi carrera en la que he vivido momentos muy difíciles: si no quieres que la montaña acabe contigo, no intentes someterla; respétala y cuídala.

Aunque yo me sienta muy fuerte física y psicológicamente, el invierno no ha dado tregua, el fuerte viento nos tiraba al suelo y la previsión para los próximas días es terrorífica. Sin embargo, no hay duda de que ha sido la expedición más especial de mi vida: me he llegado a sorprender conmigo mismo, y por la gran expectación creada entorno a esta expedición y al mundo de la montaña y el alpinismo en general. Me emociono solo de pensarlo. Y por supuesto, sin ninguna duda, la guinda del pastel sois todos vosotr@s, que os he sentido en cada minuto como si fueseis mi familia, apoyándome en cada logro y en cada momento complicado. Os prometo que volveré a esta montaña que me ha robado el corazón de la manera más pura. Os quiero.


AX | ¡Sorpresas te da la vida!

En ese instante de felicidad en el que pensaba que la mayor experiencia de mi vida no podría superarse, llega el italiano Reinhold Messner (Tirol del Sur, 1944) al Campo Base, mi mayor ídolo e inspiración, para apoyarme en mi reto de intentar ascender el Everest en invierno y sin oxígeno artificial. “El dios de las montañas” fue el primer montañero junto a Peter Habeler en ascender el techo del mundo sin oxígeno artificial, y en coronarlo posteriormente en solitario. El apoyo que nos ha brindado es indescriptible; un chute de energía de la mano del más grande. Gracias, Messner ¡tus pasos son nuestro camino!