La expedición que estamos llevando a cabo este año tiene un marcado valor humanitario y solidario. Siempre intento que sea así, pero este año tenía que serlo más que nunca. Y es que la pandemia generada por la COVID-19 ha golpeado fortísimo a todo el Nepal. No tanto a nivel de contagios, que también, pero sí a nivel económico. La gente de aquí vive en gran medida del turismo y este año, como todos sabemos, no nos hemos podido mover apenas de nuestros países. Cuando hablaba con ellos y ellas por teléfono antes de venir, todos me transmitían la misma idea: “estamos sufriendo mucho. Está todo parado y esto es insostenible. La gente lo está pasando muy mal”. La preocupación invadía sus palabras.

Sabía, por lo tanto, lo que nos íbamos a encontrar. Es por esto por lo que, junto con la Fundación EKI, nos pusimos manos a la obra. Teníamos que pensar cómo podríamos ayudarles. Siempre dentro de nuestras posibilidades, claro. Somos un equipo comprometido pero muy pequeño, con recursos limitados. Pero teníamos que buscar la fórmula. Aquí no caben las excusas. Nepal me ha dado muchísimo y siempre siento que estoy en deuda con ellos y con ellas… En cierta forma, se lo debo.

Pues bien, tras buscar fórmulas con Fundación EKI, pensamos que podríamos ayudarles de dos maneras diferentes: entregándoles 60 bombillas autónomas y regalándoles las placas solares que nos hemos traído al campamento base del Manaslu que nos proporcionan toda la energía que necesitamos en nuestro día a día.

Pero necesitábamos meter a un tercer protagonista en la ecuación. Alguien que nos indicase dónde y a quién entregar el material. Alguien que conociera de primera mano y mejor que nadie las necesidades de las personas del Nepal. Y ahí es donde entró la Fundación Iñaki Ochoa de Olza-SOS Himalaya. Nos pusimos en contacto con ellos y todo fue muy sencillo. Nuestro trabajo consistiría en recibir el material de Fundación EKI y llevarlo hasta el Nepal. Así lo hicimos.

Durante nuestra primera semana en Katmandú nos reunimos con ellos y les entregamos el primer lote de productos: 60 bombillas LED autónomas, que puede funcionar gracias a una placa solar que tienen adherida o que, si se desea, también pueden encenderse con corriente normal (aunque sufra cortes, como suele ser habitual en algunas zonas). Es decir, estas bombillas tienen una batería de litio que se carga gracias a la luz del sol o a la corriente que pueda llegar. Si se hace de noche o el suministro eléctrico se corta, la batería queda cargada y la bombilla sigue funcionando durante 8 horas como máximo. Un sistema sencillo, pero tremendamente eficaz. Además, estas bombillas cuentan con una entrada USB y otra microjack y el sistema puede activarse con un mando a distancia. Una bombilla en un hogar puede suponer que las niñas y niños puedan estudiar, que su día no se apague con la marcha del sol.

Una vez finalicemos nuestra expedición en el Manaslu, les entregaremos el segundo lote de material: las placas solares que nos sirven para abastecernos de energía en el campo base y que evitan que tengamos que utilizar generadores y consumir combustible (sin olvidar el impacto medioambiental que estamos evitando). Pero antes tenemos el reto de subir un gigante de 8.163 metros, y no nos lo está poniendo fácil. Eskerrik asko a Fundación Iñaki Ochoa de Olza SOS Himalaya por ayudarnos a llevar todo este material a las zonas donde más lo necesitan y a Fundación EKI por hacerlo posible. Estamos consiguiendo que las energías renovables lleguen a los lugares más recónditos del planeta y ayudando a muchas familias a mejorar su vida.