De todo lo vivido hasta ahora, la cumbre es lo menos importante. Durante la semana de trekking para llegar hasta aquí, hemos disfrutado de un paisaje precioso, con nieve en cotas bajas y, lo más excepcional de todo, en soledad. Aunque el valle del Khumbu es una de las zonas más visitadas de Nepal, apenas nos cruzábamos con extranjeros como nosotros. Creo que esto es clave: no debemos olvidar que somos meros invitados a Nepal. Una vez en el Campo Base, la expedición ha ido pasando por diversas fases. Mientras, el grupo de Amiab emprendió camino hacia el Campo Base del Everest, que alcanzó dos días más tarde, cumpliendo un objetivo muy meritorio. Los chicos están de vuelta en Katmandú, disfrutando de un merecido descanso.

Celebramos la puya el día 20. Como nuestro compañero Temba es lama, fue una ceremonia preciosa. El día 21 arrancamos hacia el Campo 1, ubicado a unos 5.800 metros, pero el viento tiene sus propias intenciones: no nos dejaba mantenernos en pie, y mucho menos avanzar. Pasamos una noche muy, muy dura en el Campo Base Avanzado, sin poder dormir un segundo, soportando viento de más de 100km/hora. Sin embargo, no tiramos la toalla y pudimos continuar hasta el Campo 1, ya que la ruta no presenta dificultad técnica. Tampoco había nieve en aquel tramo; apenas encontramos pequeños neveros donde poder coger nieve para derretir. Por la mañana, Jonathan se quedó en la tienda y Cheppal y yo continuamos hasta el Campo 2, a 6050mt, cargados con 30kg de material a la espalda cada uno que dejamos allí, y luego regresamos a dormir al Campo 1. .A la mañana siguiente salimos ya todos juntos hacia el Campo 2, disfrutando de las vistas, de la soledad y de la hermosura del invierno, ya que nos brinda la oportunidad de admirar el Ama Dablam, una de las montañas más bellas del planeta, en su estado puro. Desde el Campo 2, ya en el asalto a cima, seguiríamos equipando la ruta, hasta la misma cumbre: en nuestro equipo hay personas con menos experiencia y no renunciamos a escribir un segundo capítulo de esta crónica junto a ellos. Por si el tiempo lo permite, he dejado todo mi equipo en el Campo 1 y espero poder ayudar a mis compañeros en todo lo que pueda en estos cinco días que quedan antes de que nos “mudemos” al Everest.

El día de cumbre, 25 de enero, fue duro. Demasiado duro, la verdad. El Ama Dablam no nos lo puso nada fácil: en dos ocasiones estuvimos a punto de darnos la vuelta, pero habíamos trazado el ataque minuciosamente en los días previos, y no queríamos perder la oportunidad. No sé mucho de líderes, pero sí sé que un buen compañero de expedición estudia minuciosamente la ascensión y no descansa un solo segundo. Me fijo cada día en qué come cada uno, cuándo van al baño, cuanto orina cada uno. Venimos con la intención de trabajar y aclimatar y por ello vamos con el equipo justo: sólo un par de calcetines cada uno, los guantes deshilachados que utilizamos para equipar, sin botiquín… Ahora la conciencia me pesa demasiado.

Por el contrario, mi reloj Garmin ha sido un gran compañero: nos daba datos de saturación de O2 y frecuencia cardiaca, se ha tirado semanas sin recargar las baterías y ha aguantado hasta mi llegada a Campo Base. Además, los días que las apneas o taquicardias afloraban, los datos del Fenix6 nos mostraban nuestro estado real, no lo que nos gritaba nuestra mente.

Gracias a todo ello, el día 25 a las 3am pusimos los infernillos en marcha en una gélida noche a 35 grados bajo cero, con viento muy fuerte, y nos preparamos para salir. El viento parecía excesivo para salir, y lo cierto es que podríamos haber esperado hasta las 7am, tal y como Jonatan sugería insistentemente, pero si queremos sobrevivir al Everest hay que medirse antes con estas condiciones. En entornos tan duros, tienes que medirte y conocer bien tus opciones.

Álvaro Sanz, un compañero de la expedición y fotógrafo, me ha dicho que está convencido de que yo siempre me guardo un as en la manga. No sé si será así, pero siempre, siempre pienso primero en mis compañeros. El viento es tan fuerte y frío que temo, primero, por mis amigos y después, por mi nariz. Aguantamos el primer envite a pesar de ir cargados y equipando. Kalden, Pasang, Cheppal y Jonatan lo están haciendo de maravilla. Llegamos a una rimaya que en principio parece infranqueable. Está tan abierta que parece no acabar nunca, pero al final encontramos un resquicio por donde pasar. Las horas se suceden y nosotros avanzamos lentamente. De vez en cuando tengo que cerrar los ojos para protegerlos del viento helado que nos pega de frente. Ya no disfruto. Empiezo a pensar que esto es demasiado duro, que no…

… Entonces miro al cielo. ¡Qué hermosura, qué noche tan estrellada! En el abismo se ven las luces de ladeas como Kunde, la zona alta de Namche Bazaar… El amanecer es aún más bonito, pero nuestras mentes ya casi no son capaces de apreciar la belleza. Antes de salir de casa uno hace miles elucubraciones sobre lo que va a sentir y cómo va a ser la escalada; pero luego la naturaleza impone sus normas. A 6500 metros sentimos que nos falta un mundo; el Ama Dablam es una montaña técnica y muy vertical que no nos da respiro alguno, y menos aún al ir equipando. Nos turnamos en cada largo y los tiempos de espera en las reuniones son agónicos. El sufrimiento es cruel, pero si de verdad te gusta eso que haces, todo es soportable allí arriba. Desde el Campo Base nos llegan palabras de ánimo. Y con ese aliento, tras seis o siete horas, finalmente alcanzamos la cumbre del del Ama Dablam: Kalden, Pasang, Cheppal, Jonatan y yo.

Reflexionando, ahora pienso que la noticia de cumbre debería empezar diciendo: “Kalden Sherpa, de Pengboche, escala por decimoquinta vez el Ama Dablam, acompañado por…” Supongo que por desgracia esto no va a ser así, pero al menos tengo la ocasión de expresar aquí mi profunda admiración hacia mis cuatro compañeros que lo han dado todo y han creído en mí. Espero no haberles fallado. También, cómo no, quiero agradecer sinceramente su apoyo al resto del equipo. Y no olvidemos a temba, que desde que hablé con él a las 4.15.a.m, estuvo toda la noche rezando oraciones budistas, mientras se paseaba por el campo base a veintitantos bajo cero.

Ya de vuelta al Campo Base, cuando he ido a darle las gracias, me ha dicho que a él no tengo por qué dárselas porque es budista y las oraciones son su aportación, pero estoy seguro de que sus rezos tuvieron algo que ver con nuestro éxito.

Al final del día, llegamos a la “verdadera cumbre”, es decir, de vuelta al Campo Base, unas 5 horas después de la cima Pasang y yo, mientras que Cheppal, Jonatan y Kalden llegaron cuatro horas más tarde.

Ya en casa, todo es diferente. Nuestros amigos nos recibieron con una calurosa bienvenida y una celebración emotiva. Me siento contento, pero espero que el resto del equipo pueda tener su oportunidad. Hemos hecho un trabajo durísimo equipando la montaña, hemos sufrido, pero también lo hemos disfrutado.

Buscando un recuerdo imborrable de aquel día, creo que, en total, en los 6812m (o 6.858m) de la cumbre apenas estuvimos 30 minutos, pero los disfruté como si fueran mis últimos momentos en la Tierra. Desde allí arriba no podía dejar de admirar el panorama de montañas que se abría ante mí de Este a Oeste: Kanchenjunga, Jannu, Makalu, Lhotse, Everest, Pumori, Shisha Pangma, Tawoche, Cholatse, y cientos de montañas de 6000 y 7000 metros. Espero que veáis las imágenes y videos que grabé porque es imposible describir con palabras esa preciosidad. Una vez más, la naturaleza me sobrecoge y Nepal y su gente me sigue sorprendiendo.